Vidal: El Mercado de Buenos Aires. 1818.

Los primeros Pintores


Pintura: Jean Philippe Goulu (    - 1855)

Artista francés, pasó al Brasil contratado como profesor de los príncipes de Braganza, teniendo entonces veinte años. El temor a la fiebre amarilla lo hizo emigrar a Buenos Aires, donde constituyó su hogar y desarrolló una intensa actividad, ya de retratista, ya de miniaturista, alternando sus negocios de mercería (su medio de vida) con clases particulares de pintura.

Recordemos algunos de sus óleos: Doña Carmen Zavaleta de Saavedra, Don Vicente López y Planes, Don José María Coronell y el General Lucio Mansilla.

Miniaturas: la Señorita Dominga Rivadavia y el Coronel Sixto Quesada.


Dibujos y acuarelas: Emeric Essex Vidal (1791 – 1861)

Mucho debe la iconografía de este inquieto marino inglés que en dos períodos llegara a Buenos Aires en cumplimiento de misiones de su escuadra: 1816 – 1818, a bordo del “Hyacinth”, y 1828 – 1829, embarcado en el “Ganges”.

Objetivador de nuestros paisajes panorámicos y de nuestras vistas urbanas, no debemos buscar en la obra de Vidal el arte de pintor, sino al diseñador costumbrista que refleja en sus dibujos y acuarelas cuanto capta sus pupilas, ávidas de los tipos y las costumbres de un pueblo novísimo, y donde el pincel no ilustra el dato, allí están las notas escritas adicionadas a las acuarelas.

Todas sus ilustraciones muestran escenas exteriores: pasó por nuestras calles como un simple transeúnte. Empieza por el desembarcadero: las alegres playas animadas por bañistas y negras lavanderas, el fuerte de Buenos Aires, la aduana; luego entra en la Plaza de Mayo, dividida en dos por el arco de la Recova Vieja, y allí realiza su pintura más evocadora de la vida de Buenos Aires: el mercado al aire libre, carretas y jinetes que dan animación al cuadro, los puestos de pescado próximos al fuerte; más tarde recorre las calles y objetiva los tipos populares: el mendigo a caballo, el aguatero con su típico carro, los lecheros proveyendo del nutritivo líquido a la población, la carreta avanzando entre lodazales; finalmente se adentra al campo, dejándonos reproducciones características de la Pampa: el coche de postas, el pueblo de San Isidro, el gaucho junto a la pulpería, las faenas del campo, los juegos favoritos, la caza de ñandúes, etc.; documenta minuciosamente los útiles de labor, las diversas vestimentas de los paisanos y todo lo relativo al caballo, su primordial elemento de trabajo.

Con estas prolijas ilustraciones tuvieron los editores de libros sobre viajes a estas tierras material abundante para adornarlos gráficamente.

Debemos a la generosidad y preocupación de don Alejo B. González Garaño el haber recuperado para el país la mayor parte de estas acuarelas que se hallaban en posesión de los descendientes de Vidal.


Francisco Arriola


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