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Por ser una ciudad construida a orillas del río, debía tener puerto o un atracadero apto. Para 1810, corresponde hablar de un atracadero, pues el puerto de piedra había desaparecido cinco años ante, a causa de una furiosa sudestada, y los trabajos para restaurarlo no habían logrado su objetivo.

Por esa razón la llegada de los pasajeros desde el río se realizaba a bordo de carros, botes o a hombro de algún esclavo, sin que se pudiera evitar la mojadura del calzado y el ruedo de los vestidos.

Ya en tierra, cuando se viajaba desde el desembocadero del Riachuelo al centro, se debía seguir la Calle Larga de Barracas. De acuerdo con la descripción de Bonifacio del Carril, del cuadro de Francisco Brambilla, en el centro se podía ver la gran mole del Fuerte llamado Fortaleza de San Juan Baltazar de Austria, y la silueta de la Catedral, de perfil, con la cúpula en medio de la fachada. Enseguida se divisaba la silueta del Cabildo, la Recova y la iglesia Santo Domingo con una sola torre tal como se mantuvo hasta 1851. A la derecha del Fuerte se erguían las siluetas de las iglesias de La Merced, de San Nicolás y de Las Catalinas. Sobre un extremo de la imagen se apreciaba la casa de El Retiro, que fuera depósito de esclavos (actual Cavannagh) sobre la plaza San Martín. Si se ascendía al centro por el llamado camino de las carretas (Paseo Colón) se llegaba al Alto de San Pedro (Parque Lezama). Desde allí el camino hacía una amplia curva, y permitía observar el conjunto de torres y cúpulas.

Debido a la escasa profundidad de las aguas, los buques de ultramar no podían acercarse a la costa y los desembarcos de mercadería y pasajeros debían hacerse en carros o caballos.

 

Andrés Carretero – Vida cotidiana en Buenos Aires (1810 – 1864).


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