El edificio de ladrillo, piedra y maderas duras estaba rodeado por un foso que se comunicaba con la plaza por medio de un puente levadizo. Una de las murallas se levantaba sobre la barranca del río.

Escribe Antonio Wilde: “Este edificio sobrio, sobre cuyos muros se destacaban varias bocas de cañón, tenía por entrada un enorme portón de hierro con un puente levadizo a través de un ancho foso que circundaba todo el edificio. En este foso, depósito eterno de basuras, se veían jugando a la baraja o tirando la taba, o echados al sol en invierno, algunos ociosos soldados que formaban la guarnición”1.

El Fuerte careció de valor estratégico y defensivo, por cuanto el alcance de su artillería era inferior a la utilizada por las naves de esa época.

Desde el punto de vista político, fue la residencia de las autoridades hispánicas y luego de nuestros gobiernos, a partir de la Primera Junta. En tiempos de Rosas, sólo fue utilizado como cuartel, pues las oficinas gubernativas se trasladaron a San Benito de Palermo.


1.   José A. Wilde: Buenos Aires desde setenta años atrás. Bs. As., 1881.


La Arquitectura Pública en Buenos Aires. Historia de la Cultura Argentina, José Cosmelli Ibañez.